domingo, 31 de octubre de 2010

Realidades Fantásticas

El viernes antes de ir a la oficina, tenía que dejar unos cuadros en la marquería. Como eran unos cuantos, mi marido me vino a buscar hasta mi casa en Malvin, para cargar mis obras en el auto y ayudarme a bajarlos. La marqueria queda en el centro, así que nos fuimos por la rambla tomando unos matecitos y subimos por la calle Ejido (creo, no estoy segura) que nos llevaría al lugar indicado.
A las dos cuadras algo me llamó la atención. Miro, y veo tres marcos antiguos apoyados en un contendedor sobre la calle y del lado de la vereda, un hombre revolviendo la basura. Enseguida le pregunto a mi marido si vio el botín, y le pido ansiosa que de la vuelta para verlos de cerca. José Luis reaccionó por reflejo, dando una especie de vuelta en U (con bocinas incluidas) sin saber exactamente a donde nos dirigíamos. Nos metimos en una calle empedrada que linda con el Cementerio Central y enseguida llegamos al famoso contenedor. Íbamos bien despacio para poder verlos mejor. Yo ya sabía que el tesoro valía la pena, había que acondicionarlos, pero eran hermosos. Paramos el auto casi en la esquina. Antes de bajarme mi marido me pidió “cordura”: si el hombre se enojaba porque me llevaba los marcos, él no estaba dispuesto a pelearse con nadie por esa "mugre". Pobre, está acostumbrado a que yo traiga a casa cualquier cachivache, pero en lo que no cede es con la limpieza del auto, cargue lo cargue, antes le pone una bolsa de nylon o algo similar que cubra los asientos... Por eso mismo guardó mis cuadros en la valija, previendo que alguno no estuviera seco y le mancharan el tapizado.
Preparé mi robo en escasos segundos: bajé la radio para no hacer ruido, dejé la puerta abierta y miré bien si había mucha gente alrededor.Salté del auto y fui caminando con mis tacos silenciosos para pasar inadvertida. El buen hombre siguió revolviendo el contenedor y nunca levantó la cabeza. Sin dudarlo agarré los tres marcos (que estaban sostenidos por un par de championes) y volví con la misma naturalidad , abrí la puerta del asiento de atrás tire los marcos llenos de polvo, y antes que mi marido se acordara de mi madre, le grite: arranca!!!!!!!!
Mimetizado con la escena del crimen, aceleró escapándonos del pobre hurgador que probablemente usara esas históricas maderas, para hacer un fueguito en su humilde morada.
Mi marido me conoce hace unos veintiocho años, pero según él, nunca termino de sorprenderlo.
A la distancia pido disculpas, pero la artista aventurera que vive en mí pudo más que la mujer correcta y discreta que suelo ser.
El botín está bien guardado y esperando, junto con otros tantos marcos, su turno para volver a lucirse en alguna pared de la ciudad.

3 comentarios:

  1. Los artistas deben de tener un cierto grado de locura, dicen...así q no se sorprenda tu marido...y además, agrego, valentía!Mirá si el hurgador se ponía a pelearte por el botin. Muy buen relato, mosquetera!
    beso
    c

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  2. Si el buen hombre me enfrentaba ... no se que hubiera hecho... creo que desaparecia tras mi capa...

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  3. ladronzuela aventurera!!!
    Si luego lucen, valió la pena.
    Besosss

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Siento el canto de la sirenas que dicen...