martes, 13 de abril de 2010

Una día de Miércoles...



El reloj estaba más haragán que yo, cada vez que lo miraba se corría una rayita. Faltaban ocho minutos para salir. Junté mis cosas con mi típica desprolijidad, y esperé el último segundo con la tarjeta pronta para marcar. Mis compañeras de piso hacían cola atrás mìo, con un jolgorio más ruidoso que de costumbre. Mientras caminábamos hacia la puerta de salida, no me crucé con ninguno de mis compañeros varones. Obvio - pensé para mí - que apuro van a tener, sino hacen nada más que trabajar y ver televisión.
Ya en la vereda me puse a buscar las llaves del auto, pero recordé que se las había dejado a Carlos, uno de los porteros del estacionamiento. LLegué a la recepción y me recibió una mujer cuarentona y un tanto coqueta de más. Nunca la había visto antes, siempre hay tres veteranos que van y vienen con sus caras aburridas y el mate a cuestas. Tenía que pasar por un cajero, así que tomè por la calle Canelones, el tràfico ya estaba complicado. Miré a mi alrededor y me vi rodeada de mujeres al volante. En el ómnibus, en el taxi , en el auto de atrás, todos tenían choferes femeninos.
Busqué en mis recuerdos una explicación lógica a tantas coincidencias. Seguramente pasarían en directo alguna carrera de autos o un partido de Uruguay.
El cajero tenía un cartel avisando estar fuera de servicio, así que seguí directo hacia la rambla.
Como la curiosidad me perseguía, paré y llamé a mi marido a la empresa. Hay días que es imposible ubicarlo al celular y para colmo de males, me atendió una dulce voz.
- Pomaire buenas tardes?.
- Quién habla de ahí?
- Mi nombre es Verónica, con quien quiere hablar Sra. ?- me respondió la muy altanera.
- Quiero hablar con mi marido - le dije molesta - soy la esposa de Luis Alberto Pérez.
- En este momento no hay nadie en la empresa, la puedo ayudar en algo?
- No, gracias – respondí furiosa y le corté.
Ya me iba a escuchar Luis Alberto, le costaba mucho avisarme de la nueva telefonista ?. Por mas de veinte años trabajaron solo hombres, ni siquiera las esposas de los socios podíamos llegar de visita por ser simplemente mujeres. Y ahora muy suelta de cuerpo la tal Verónica me pregunta con quien quiero hablar. Yo conocía esa voz de alguna parte, sin falta en la semana pasaría por la oficina a conocerla en persona.
Arranqué molesta y apurada, estaba retrasada para el itinerario de la tarde.
A tres cuadras, casi llegando a la cebra, un inspector me hace señas para acordonarme otra vez en la rambla. Parecía que el día no me daba ni un respiro. A esa altura ya tenia decidido no ir al supermercado.
Miro por el espejo y lo veo venir muy tranquilo. Me acomodo en el asiento y ahí me di cuenta que estaba sin cinturón. Antes de esbozar una sonrisa por su andar tan afeminado, descubro que el supuesto inspector, en realidad era una inspectora que cuando se sacó el casco el pelo le llegaba a la cintura.
- Que te pasó con las luces y el cinturón de seguridad? – me preguntó mascándome el chiclet a cinco centímetros de mi cara - no podemos andar por la calle tan distraídas, mi amor. Por esta vez pasa, pero para la próxima voy a tener que multarte. Dale arranca no más .
Quedé perpleja y le agradecí con un murmullo , pero mis manos temblaban cuando encendí el motor. Esto de no ver hombres por ninguna parte , me estaba poniendo muy nerviosa.
Necesitaba saber que estaba pasando, así que como me quedaba de paso , prendí el señalero y fui a visitar a mi amor platónico. Seguro que sus fuertes y muy varoniles abrazos me darían la respuesta que buscaba.
Paré el auto y me baje corriendo hacia Word Trade Center , siempre mirando a mí alrededor con una cierta sensación de ser la única que no estaba embrujada o bajo el efecto de un arma bacteriológica que convertía en mujeres a la mayoría de los hombres.
En la portería no estaba el señor panzón y pelado que muchas veces me recibía en mis visitas clandestinas, sino que estaba una joven rubia con una sonrisa plástica, que ya se levantaba a saludarme antes de que yo traspasara la puerta principal.
- Señora, buenas tardes en que puedo ayudarla?
- Voy al 5to. piso, a la oficina del Sr. Ferberg él me esta esperando – le respondí apurada mientras me dirigía al ascensor.
- Lamento – y se interpuso en mi camino – pero el Sr. Ferberg tuvo que realizar un viaje de forma inesperada, desea dejarle algún mensaje ?
- No – le respondí entre cortada - solo dígale que estuvo su fisioterapeuta, él sabe quien soy.
Caminé despacio, subí a mi auto y me quedé mirando al infinito preguntándome si el cambio climático también había afectado a nuestro espécimen masculino. En medio de tal descabellada meditación, veo pasar un auto azul manejado por un hombre morocho y bigotudo.
Aterricé sin anestesia, puse primera y salí despavorida detrás del auto azul que se me perdía entre los ómnibus de la calle Rivera . Estaba segura que era un hombre, le llegué a ver el bigote y su brazo peludo apoyado en la puerta . Tenia que encontrarlo, seguramente era el único que se había salvado.
En medio de tanta maniobra, el tráfico se detiene de golpe y las bocinas comienzan su típico coro infernal, tratando de mover lo inamovible. Sin dudas era un accidente, así que me bajé para ver si lograba distinguir al famoso auto azul. Para mi asombro me doy cuenta que uno de los autos del choque, es al que persigo . Apuré el paso casi hasta correr, pero cuando estoy por alcanzarlo, un grito me dejó congelada en el lugar: “Mujer tenias que ser para cruzar en rojo....”
Del auto que venia en dirección contraria, se bajaba un hombre enojadísimo gritándole a la mujer que conducía el auto azul. Me acerqué hasta tocarlo para comprobar que era real, y de inmediato busqué al resto mirando en cualquier direcciòn. Allì estaban todos , caminando, en moto... Me senté en el cordón de la vereda con una extraña sensación de alivio. Llamé a mi marido al celular y cuando escuché su voz, sentí que todo estaba en su lugar. Sin dudas estaba muy cansada y necesitaba vacaciones. Por cierto, me dijo que en la empresa no trabaja ninguna Verónica

2 comentarios:

  1. iujuuuuu!!!! te dejé un regalito en ARTELI, pasá a buscarlo.

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  2. Claudia, este relato está bueno de verdad!! Lo de la inspectora de tránsito me hizo reir a carcajadas. Hay una veta de humor muy bien dosificado. Un abrazo. Sigo esperando que me digas cuál fue el cuento ganador en el concurso de La Floresta. Abrazo grande.

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Siento el canto de la sirenas que dicen...